jueves, 10 de julio de 2008

LOS VIAJEROS CIRCULARES

Uno nunca sabe en donde se encuentra hasta que sale de allí, me dijo mi abuela, casi como tratando de revelar algo que no le estaba permitido. Mi abuela vivía con mi madre, y esta conmigo, en la misma casa, que había pertenecido a la abuela de mi abuela. Luego pasó a su madre, luego a ella, y junto con su hija vivíamos desde siempre. Era una casa común, con ventanas y cuartos, y cuartos con ventanas. Había puertas con marcos, marcos en las puertas, sillas con una mesa, y una silla, y una mesa, sin mesa, ni sillas. Recuerdo que la casa estaba en el medio de la manzana. Una manzana singular, ya que era redonda, y de frente, desembocaban cinco esquinas, por lo que una persona, sin importar la dirección en que caminara, terminaba, indefectiblemente, pasando por mi casa.
Mi abuela se divertía con aquella disposición geográfica de la casa. Todo viajero perdido hablaba con mi abuela, sentada en una silla al frente, para preguntar donde estaban, como llegar, y hasta quienes eran. La diversión de mi abuela consistía en revelarles a los viajeros perdidos un camino, quienes sin importar donde fuesen, terminaban nuevamente frente a mi casa. Mi abuela, entonces, me hacía tomarles el tiempo, y apostábamos al más rápido. Se pasaba así el día, entre viajeros perdidos y chocolatadas después del colegio.
Algún día de tantos días que sucedían invisibles ante los ojos nuestros, desperté distinto o desperté al fin para ver un día. Hablé con la madre de mi madre que era mi abuela, pero le gustaba que le diga madre, sobre el altillo de nuestra casa. Me dijo que en el centro había un baúl como centro del altillo, pero no lo debía abrir jamás, ni menos subir al altillo, que quedaba en la mitad del medio del centro del living. Yo le hice caso olvidándome del asunto, aunque cada vez estoy mas seguro que el asunto se olvidó de venir a recordarme que era lo que había inflado mi intriga como un globo de lo que, una vez, como agradecimiento por indicarle el camino correcto, un viajero me regaló; aunque al cabo de un rato retornó el viajero al exacto punto en donde me encontraba, sacándome el globo, y con él, la intriga por aquel altillo.
Una vez, uno de estos viajeros perdidos preguntó por una dirección. Mi abuela le indicó: siga por la misma dos cuadras, ahí, dobla a la derecha tres cuadras más, y luego a la izquierda. El viajero agradeció, y mi abuela reía y junto con ella, yo tomaba chocolatada, escuchando su pícara risa. Mi abuela reía, pero pronto dormía y yo, terminaba mi chocolatada y el hombre no aparecía. Y nunca apareció. Desde esa tarde, algo cambió. La imagen del altillo y el baúl me hicieron prisionero y no pasaba un día en que no me olvide de alimentar la intriga. Mi abuela ya casi no salía a dar indicaciones, la depresión por aquel viajero que pudo sortear el laberinto de calles la terminó de agotar. Y una tarde cerró los ojos. Yo corrí al altillo y encontré el baúl en la mitad del medio del altillo. Al abrirlo, la luz de la calle cegó mis pupilas por un momento. Estaba en el frente de la casa y mi abuela indicaba una dirección a un viajero. Me senté a su lado, dándole sorbitos a la chocolatada. Uno nunca sabe en donde se encuentra hasta que sale de allí, me dijo mi abuela.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alvaaa, hermanito de sangreee!!!

Muy lindo el texto que leí... Sin lugar a dudas esta abuelita divina me hace recordar a nuestra amada abuela real...

Ojalá todos pudiésemos escribir así. Acordáte que vas a llegar muy lejos.

Te quieeroo

Espero otro textooo brooo!!

Pili

Anónimo dijo...

Muy bueno Alvarito!!! La verdad me sorprende lo que lei, nunca habia leido nada tuyo y realmente me enorgullece que seas tan sensible y escribas tan bonito!
Te quiero mucho.
Lau