(Viene de http://agusclemente.blogspot.com/)
- Ajá… si. ¿Algo más?
- Si bueno, ahí me despierto, con la gota caliente.
- Ok. Bueno. Entonces, usted quiere congoja.
- Si…. Eso creo. Lo que pasa que yo me despierto con una sensación…
- Si, si, está bien, no hace falta aclarar. Dígame Sánchez ¿Es soltero?
- No, separado. Pero que tiene…
- Le tengo que hacer la ficha Sánchez. Por favor dígnese contestar.
- ¿Hijos tiene?
- Si, dos. Una parejita.
- ¿Ocupación?
- Martillero público
- ¿Remuneración?
- Bueno, me parece que no viene al caso…
- ¿Cuál es su problema, Sánchez? Usted viene acá, con ese sueño que le hace sentir una sensación que ni siquiera usted es capaz de explicar… ¿¡Quién es el director!? ¡Tengo que saber cuanto gana para conocer de qué armas dispongo!
- Está bien hombre, no se enoje… 2.500 pesos.
- Está bien. ¿Sus padres viven? Y disculpe, tuve un día complicado. Una mujer vino con que quería felicidad… no se imagina todo lo que tuve que trabajar. En fin, ¿Estado de sus padres?
- Ambos murieron.
- ¿Le gusta su trabajo?
- ….
- Su trabajo ¿Le gusta?
- Y… si… que se yo… es un trabajo.
- Ok. Indefinido.
- Descríbame a sus hijos en pocas palabras.
- Bueno, el mayor se llama Juan, tiene 13 y la otra es Florencia, de 9.
- …
- Eh… a Juan le gusta el fútbol… es hincha de Ferro, como su abuelo... A Florencia…
- Está bien, está bien, deje nomás. Ya estamos listos. Véngase en una semana exacta, a la misma hora y comenzamos. Congoja me dijo, ¿verdad?
- Si, si. Congoja.
Rímini se enderezó y con un empujón acercó la silla al escritorio de madera, mirándolo por primera vez. ¿Cómo la quiere?, preguntó. El rostro de Sánchez, redondo y rosado, se expandió, abriendo los ojos, levantando las cejas. Hablamos de profundidad, respondió el director a ese gesto impávido de Sánchez. ¿Hasta dónde quiere llegar? ¿Una sensación más superficial, o una verdadera congoja? –Hasta el llanto-, respondió Sánchez.
Sánchez se levantó de la silla de un salto y sacudió la mano del director. El traje verde oliva que llevaba, gastado por el uso y con una mancha roja en la solapa, podría usarse, pensó Rímini. Pero ya veremos mañana.
Los dedos esquivan la lamparita de luz, rastreando el sonido, cada vez más agudo y fuerte. La luz se filtra por alguna hendidura del cuarto, y esos dedos, que tambalean dormidos aún, divisan el despertador. El hombro se aplana, el brazo se tensa y los dedos se alargan, llegando a rozar con la yema del mayor la pantalla que marca las 7:30 AM. El brazo se contrae en un solo movimiento y se queda entre la cama y el pecho, acompañando el suspiro de fastidio. Luego de unos segundos, el cuerpo, aún con su sombra en el reino de Morfeo, se mueve de prisa y la mano, que antes y con delicadeza acariciaba la pantalla del despertador, ahora se vuelve un instrumento de venganza.
La luz invade el cuarto, golpea los ojos y se aleja: el instinto le hace cerrarlos en busca de la conocida oscuridad. La luz lo lastima al principio y los ojos permanecen cerrados más tiempo que de costumbre. Lo desconocido siempre lo hizo sentir incómodo.
Negro, espeso. El café estaba más fuerte de lo normal. Se quedaba en la garganta, empujando por salir, pero igual lo tomó sin inmutarse. Comió lo que quedaba de una factura de ayer y s sentó en el living, frente al televisor, mirando su imagen que se formaba por el choque del sol en la pantalla negra del televisor.
Rímini, director de sensaciones olvidadas. Tel. 4958-4354. Nunca le gustó esa tarjeta. “Sensaciones olvidadas”… ¡Si nadie nunca sintió algo! Rímini sacudió la cabeza y tomó un sorbo de esa pasta negra, espesa. Miró su imagen en el televisor y se dispuso a crear la escena para Sánchez…
Sigue mí amigo personal Juan Manuel Fontán en http://lopiensodemas.blogspot.com/
jueves, 1 de octubre de 2009
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